lunes, 19 de octubre de 2009


Ayer escuche unas cuantas frases muy sabias que había escuchado hace tiempo...y de nuevo me abrieron los ojos, me hicieron pensar y darme cuenta de que muchas veces encuentro en mi camino una sola huella y nunca camino sola.

No, nunca estoy sola, por muy abajo que me encuentre siempre hay alguien con ganas de llevarme a “piola” si hace falta. Que me agarra de la mano o de los pies y que tira con fuerza de mí, por muy lejos que tenga escondido el horizonte, o por muy al sur que se encuentre mi norte. Y es que algo estoy sacando de todo esto, siempre he pensado que la felicidad estaba en algún sitio, que tenía que buscarla como si de una meta se tratase, y de repente, se transforma, y se esconde en pequeños detalles del camino.

…Que esto no es caminar en busca de una felicidad, que es buscar en cada camino un poco de ella.

Y sí, este fin de semana me llegó “la felicidad” de visita de varios sitios diferentes, mientras uno tiraba muy fuerte de mí, otro se dedicaba a no hacer huellas “por hoy” y disfrutar de ese paisaje en medio de una batalla. Porque sí. A veces la felicidad es quedarse quieta, no andar por un día, y robarle a la vida esos segundos que el resto de los días nos roba ella de vida. Que quedarse sentada no es rendirse… Yo no me rindo nunca.

Y mientras tanto seguiré esperando a que alguien me regale una bola del mundo por mi cumpleaños, o quizás un día cualquiera (así son los mejores regalos), y que se deje llevar hasta los recobijos más olvidados del planeta de mi mano y a tientas. Con los ojos cerrados, porque las verdades más grandes no se ven con los ojos abiertos.

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